viernes, 19 de octubre de 2007
domingo, 14 de octubre de 2007
sábado, 13 de octubre de 2007
Pringamosa en la Ciudad
Juan Carlos Petro, un vendedor de los populares helados Bon Ice, que frecuenta la Plaza de la Paz, se quedó frio tras un hallazgo que no sabe como calificar.
Petro se agachó a recoger una bolsa vacía entre la vegetación del jardín, cuando vio una planta que no encajaba en ese paisaje. Era una especie pequeña y de tallos espinosos que alcanzó a tropezar y que le erizó la piel. Su reacción fue violenta. Sacudió con fuerza su mano, espantado por el temor de que algún bicho raro lo hubiera picado. Se miró de cerca los dedos, pero no vio nada. Se inclinó de nuevo a buscar qué diablos le había provocado aquel ardor mezclado con una intensa rasquiña. Fue en ese momento cuando la detalló. Mientras reparaba la mata vio algo oscuro que sobresalía en una de sus hojas. ¿Una mancha? ¿Qué vaina es esa?, se preguntó.
Ni riesgo de tocarla. Tomó un pedazo de bolsa plástica y se atrevió a agarrarla para ver exactamente de qué se trataba.
Petro se agachó a recoger una bolsa vacía entre la vegetación del jardín, cuando vio una planta que no encajaba en ese paisaje. Era una especie pequeña y de tallos espinosos que alcanzó a tropezar y que le erizó la piel. Su reacción fue violenta. Sacudió con fuerza su mano, espantado por el temor de que algún bicho raro lo hubiera picado. Se miró de cerca los dedos, pero no vio nada. Se inclinó de nuevo a buscar qué diablos le había provocado aquel ardor mezclado con una intensa rasquiña. Fue en ese momento cuando la detalló. Mientras reparaba la mata vio algo oscuro que sobresalía en una de sus hojas. ¿Una mancha? ¿Qué vaina es esa?, se preguntó.
Ni riesgo de tocarla. Tomó un pedazo de bolsa plástica y se atrevió a agarrarla para ver exactamente de qué se trataba.
No era una mancha. Era un rostro, una cara desconocida para él, estampada en la hoja.
Petro tenía ahora una preocupación y una duda –cuenta—: la picazón y el ardor, y la revelación de aquella la imagen. Pronto convocó a varios trabajadores informales de la zona para compartir su descubrimiento. El rostro en la hoja estaba lejos de ser el de una virgen o el de su niño divino, era lo único que tenía claro, dice el vendedor.
El pequeño grupo no pudo dar con el personaje de aquella “aparición”, a pesar de que preguntaban a todos los conocidos que pasara por ahí. La curiosidad les demoró una media hora porque el sol castiga al mediodía. El grupo se disolvió y el vendedor se quedó con el asombro y una roncha colorada entre los dedos.
A diferencia de las “apariciones” divinas (la Virgen María en el pecho de la tinajera, el Corazón de Jesús detrás del clóset o el Divino Niño en una esquina del espejo de la abuela), esta no terminó en romerías de místicos, o círculos de velas prendidas al pie de la planta y del “novel santo”. La bola apenas se ha regado. Dicen que las matas y los rostros no sólo están por la Plaza de la Paz, también los han visto en el Parque Bolívar y en algunas paredes del Centro.
***
Shirlys Guerra tiene las manos curtidas contra los pinchazos de las matas rebeldes. Desde hace un par de meses dedica algunas horas de su día a la jardinería. Shirlys no cultiva margaritas o rosas, lidia con matas de pringamosa que trajo desde el pueblo insular de Bocachica.
Una semana antes de que Juan Carlos Petro descubriera el ardor que produce la pringamosa cuando osan tocarla, Shirlys las estaba sembrando en el jardín de la Plaza de la Paz. Era un poco más de las 10 de noche, y con otros amigos, hacía añingotada su tarea clandestina. Llevaba unos guantes viejos, y cargaba con una pequeña pala para cavar.
Sembraron siete u ocho. No tardaron más de una hora. Acabada la tarea, Shirlys se quitó los guantes, se lavó las manos y compartió un café con sus amigos en las bancas de la plaza.
¿Qué extraña obsesión tienen ella y sus amigos para dedicarse a sembrar pringamosas, en una plaza, de noche?
***
Es que no son matas cualquieras y tampoco están sembradas al azar, explica Manuel Zúñiga, artista plástico e investigador que está al frente de este grupo. Que tampoco es un grupo cualquiera, sino un colectivo de artistas, todos estudiantes o egresados de Bellas Artes, llamado Pringamosa.
El grupo pretende que “el arte deje de estar en función de privilegiados, como lo suponen y lo padecen los sujetos populares”, comenta Zúñiga.
La propuesta de Pringamosa no sólo hace a un lado la estética como tradicionalmente se le entiende, sino que opta por cierto activismo social.
Por eso se les ocurrió estampar en las hojas de una planta que al contacto genera una reacción fuerte, los rostros de políticos implicados en el proceso de la “parapolítica”.
Los rostros que vio Petro en las hojas en el jardín de la Plaza de la Paz están lejos de ser Santos. Son caras que de un año para acá figuran con insistencia en los medios masivos de comunicación, y que revelan una perversa alianza de poderosos políticos con paramilitares y mafiosos.
¿Por qué una técnica tan clandestina como esta? ¿Qué sentido tiene una obra que pocos pueden ver?
“Los Pringamosa” dicen que buscan generar reacción y discusión entre la gente de la calle sobre lo legítimo y lo ilegítimo, llevando sus matas a escenarios tradicionalmente cercanos al poder.
Por eso empezaron por el Parque Bolívar, rodeado de la Gobernación, la Inquisición, el Reinado de Belleza, símbolos todos del poder y del establecimiento. En el parque sembraron unas 15 matas pero les duraron poco porque las arrancaron. ¿Quién? No saben. Lo importante – dice Zúñiga—es que alguien las haya visto, que hayan generado reacción entre la gente que está alrededor de un lugar como estos, vendedores informales, turistas, estudiantes y los propios políticos.
El colectivo Pringamosa tomó sus hojas estampadas, las fotografió y las pegó en paredes del Centro Histórico, donde se les puede leer desde varios flancos: la denuncia, la campaña de algún político, o la promoción de una nueva mata de marihuana.
Lo que esperan en últimas “es que se topen con estas malas hierbas en medio del jardín”.
Petro tenía ahora una preocupación y una duda –cuenta—: la picazón y el ardor, y la revelación de aquella la imagen. Pronto convocó a varios trabajadores informales de la zona para compartir su descubrimiento. El rostro en la hoja estaba lejos de ser el de una virgen o el de su niño divino, era lo único que tenía claro, dice el vendedor.
El pequeño grupo no pudo dar con el personaje de aquella “aparición”, a pesar de que preguntaban a todos los conocidos que pasara por ahí. La curiosidad les demoró una media hora porque el sol castiga al mediodía. El grupo se disolvió y el vendedor se quedó con el asombro y una roncha colorada entre los dedos.
A diferencia de las “apariciones” divinas (la Virgen María en el pecho de la tinajera, el Corazón de Jesús detrás del clóset o el Divino Niño en una esquina del espejo de la abuela), esta no terminó en romerías de místicos, o círculos de velas prendidas al pie de la planta y del “novel santo”. La bola apenas se ha regado. Dicen que las matas y los rostros no sólo están por la Plaza de la Paz, también los han visto en el Parque Bolívar y en algunas paredes del Centro.
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Shirlys Guerra tiene las manos curtidas contra los pinchazos de las matas rebeldes. Desde hace un par de meses dedica algunas horas de su día a la jardinería. Shirlys no cultiva margaritas o rosas, lidia con matas de pringamosa que trajo desde el pueblo insular de Bocachica.
Una semana antes de que Juan Carlos Petro descubriera el ardor que produce la pringamosa cuando osan tocarla, Shirlys las estaba sembrando en el jardín de la Plaza de la Paz. Era un poco más de las 10 de noche, y con otros amigos, hacía añingotada su tarea clandestina. Llevaba unos guantes viejos, y cargaba con una pequeña pala para cavar.
Sembraron siete u ocho. No tardaron más de una hora. Acabada la tarea, Shirlys se quitó los guantes, se lavó las manos y compartió un café con sus amigos en las bancas de la plaza.
¿Qué extraña obsesión tienen ella y sus amigos para dedicarse a sembrar pringamosas, en una plaza, de noche?
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Es que no son matas cualquieras y tampoco están sembradas al azar, explica Manuel Zúñiga, artista plástico e investigador que está al frente de este grupo. Que tampoco es un grupo cualquiera, sino un colectivo de artistas, todos estudiantes o egresados de Bellas Artes, llamado Pringamosa.
El grupo pretende que “el arte deje de estar en función de privilegiados, como lo suponen y lo padecen los sujetos populares”, comenta Zúñiga.
La propuesta de Pringamosa no sólo hace a un lado la estética como tradicionalmente se le entiende, sino que opta por cierto activismo social.
Por eso se les ocurrió estampar en las hojas de una planta que al contacto genera una reacción fuerte, los rostros de políticos implicados en el proceso de la “parapolítica”.
Los rostros que vio Petro en las hojas en el jardín de la Plaza de la Paz están lejos de ser Santos. Son caras que de un año para acá figuran con insistencia en los medios masivos de comunicación, y que revelan una perversa alianza de poderosos políticos con paramilitares y mafiosos.
¿Por qué una técnica tan clandestina como esta? ¿Qué sentido tiene una obra que pocos pueden ver?
“Los Pringamosa” dicen que buscan generar reacción y discusión entre la gente de la calle sobre lo legítimo y lo ilegítimo, llevando sus matas a escenarios tradicionalmente cercanos al poder.
Por eso empezaron por el Parque Bolívar, rodeado de la Gobernación, la Inquisición, el Reinado de Belleza, símbolos todos del poder y del establecimiento. En el parque sembraron unas 15 matas pero les duraron poco porque las arrancaron. ¿Quién? No saben. Lo importante – dice Zúñiga—es que alguien las haya visto, que hayan generado reacción entre la gente que está alrededor de un lugar como estos, vendedores informales, turistas, estudiantes y los propios políticos.
El colectivo Pringamosa tomó sus hojas estampadas, las fotografió y las pegó en paredes del Centro Histórico, donde se les puede leer desde varios flancos: la denuncia, la campaña de algún político, o la promoción de una nueva mata de marihuana.
Lo que esperan en últimas “es que se topen con estas malas hierbas en medio del jardín”.
El trabajo del colectivo,
Pringamosa llamó la atención de los curadores del Salón Regional de Artistas y los invitaron a mostrar su trabajo en Riohacha el próximo mes de noviembre.
Pringacara lo integran:
Pringacara lo integran:
Manuel Zúñiga
Shirlys Guerra
Fabio Cuevas
Juan Carlos Guerrero
Camilo Velázsquez
Lissy Meneses
Shirlys Guerra
Fabio Cuevas
Juan Carlos Guerrero
Camilo Velázsquez
Lissy Meneses
Silena Martínez
Wendy Perez
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